Nota: Carlos Matute Ron – Periodista – Venezuela

Este no es el Oeste, pero aquí también suenan disparos

 

    En el viejo oeste continúan sonando disparos. Así dice aún una vieja canción de los vascos Kortatu. Los revólveres tipo Colt 45 o modelo Smith and Wesson, han recibido apoyo de fusiles de fibra de carbono, de sub-ametralladoras tipo AR-15 y la preferida de muchos magnates en cualquiera de sus tres presentaciones: la israelí águila del desierto.

El espagueti western tuvo su momento estelar en Hollywood. Las películas de vaqueros con Jhon Wayne, Jhon Ford, Franco Nero, Jack Palance, Anthony Queen, Henry Fonda, Burt Lancaster y otros, ejercieron, alternándose entre una y otra, como bandoleros o sheriff’s, o miembros del ejército confederado.

La trama, siempre una constante en la historia de los EE.UU.: los sucios mejicanos en el primer período porfirista (cuando peleaba contra el emperador Maximiliano), mientras una mejicana se alía a forajidos yanquis; el robo a los bancos en pueblos remotos, en el mismo desierto que bien puede ser llamado Sonora o de Arizona, robos por cierto, a los dueños históricos de quienes han manejado la banca desde esa época: los J.P. Morgan y asociados; y por supuesto, las aventuras contra los indios, eternos perdedores en su territorio.

Balas, cuchillos, caras pálidas, cueros cabelludos, mucho polvo y tipos muy mal humorados que recuerdan el arquetipo del Marlboro, que no dudarán en sacar sus armas para finar a quien los mire mal.

Desde entonces, el Gran Cañón no es sitio de peregrinación para la espiritualidad aborigen. Sin embargo, quien clama al sueño de los ancestros podrá ver en su tierra el despertar de los siglos en resistencia. La herencia india que se funde al norte de la América convivió entre las distintas naciones pueblo sin alterar el medio en que se desarrollaban. El rito, fuerza simbólica de ejercer lo sagrado y lo profano, se movió  a un lado desde la fundación de la Nueva Inglaterra.

Sin embargo, también cuentan las hazañas por ejemplo, de William H. Bonney, históricamente asumidas como el aventurero lanzado al bandolerismo y cuatrerismo del desierto de Nuevo Méjico a raíz de una afrenta a su madre.

La figura del mítico Billy the Kid, quien varias veces ha sido llevado al cine recordando tras su muerte a manos de Pat Garret que la ley triunfa aunque tarde, es realmente una historia que va más allá de la del afamado mejor pistolero del oeste. Realmente lo que está detrás es un joven proto-idealista, que la vida no le alcanzó para madurar una conciencia de clase certera.

¿Contra quién se rebela William H. Bonney, el niño? Ciertamente contra la autoridad. No fue un asaltante de bancos a la usanza de las películas gringas. Su lucha fue una lucha por la tierra, contra los terratenientes que ya prefiguraban un territorio bien demarcado del que antiguamente estaba unido. Estos, no estimaban  en utilizar a los outlaw’s para ir tomando posesión de territorio indígena mejico-americano, teniendo para ello que asesinar vilmente a los ocupantes de esas tierras. Sangre, fuego y tristeza, mucha tristeza, la que corre por la historia del oeste estadounidense.

En esas mismas películas uno puede presenciar el paralelismo del KKK del Sur, total, al final de cuentas, el estado confederado americano ha diseminado una política racial terrible en favor de los blancos, en lo que se conoce como los Ranger’s, que en honor a ellos hasta equipo de béisbol celebran.

Fue 30 años antes de finalizase el siglo XIX que los tejanos formaron una milicia de ajusticiamiento para combatir los fuera de la ley y aprovechar, tiro a tiro, aplicarle plomo a la piel a indios y mejicanos.

Por ejemplo, de la mano del cineasta Robert Rodríguez, podemos ver reflejadas altas dosis de humor negro en las secuelas de Machete, donde un actor que en la vida real se salvó de la inyección letal, ejerce de vengador justiciero de las políticas de migración americana.

Esa misma renovada American Border Patrol o patrulla fronteriza, es satirizada en dichas películas por personajes como Robert De Niro, que encarna a cualquier miembro de los patrulleros de frontera americanos que con sus ‘’mexican killer’s’’ andan montados en vehículos de doble tracción a la caza de alienígenas despreciables, como son llamados los mejicanos que cruzan la frontera en busca de lo que la industria del cine vendió como American Way of Life.

En la vida real, la mayoría de estos personajes son muy mediatizados: participan de acciones en periódicos locales, son dueños de estaciones de radio, promocionan la música country, no como género musical sino como vía para el pliegue clánico en aras de despertar la identidad racial y arquetípica. Los más descarados se candidatean a cargos públicos y hasta son frontman en programas de radio y televisión. Bien es cierto entonces que quien detenta los medios de comunicación, puede desplegar a través de ellos toda la propagandística necesaria para ir preparando la psiquis de la audiencia a través de lo subliminal, de la formación de una ‘’opinión pública’’ y el desarraigo cultural fetichizado en la lógica anti-latina.

La defensa de los derechos civiles sin duda cubre una brecha en torno a lo que representa la defensa y aplicación de los DD.HH., constantemente violada por la misma justicia estadounidense donde se comparan estos grupos de hombres armados, organizados bajo esquemas paramilitares de limpieza étnica, es decir, el fascismo resucitado bajo elementos patrioteros que el empresariado gringo promueve con una constancia de miles de dólares para cuidar su radio de acción (hasta donde alcance mi vista es mi rancho), y practicar la cacería humana como deporte, amparado en asociaciones que ideológicamente se apoyan entre sí.

De hecho, el que hoy se conoce como muro de la vergüenza, promovido por el perfecto imbécil estadounidense de Donald Trump, no es otra cosa sino la continuación del muro metálico (mejor sustentado y en concreto armado), que desde el océano pacífico y hasta el puerto de San Isidro fue construido bajo el gobierno de William Clinton, el Bill malo, disminuyéndole el problema a los californianos mas no a los habitantes de Arizona, donde al intentar cruzar su desierto, son apresados anualmente entre 1.500 y 2.000 inmigrantes ilegales.

EE.UU., que se dice a sí misma el país de la libertad, de hecho contó con la fuerza migratoria, principalmente irlandesa y la nómada judía. Al parecer, los nietos de los miserables inmigrantes del siglo ante pasado se han ganado el derecho de erigirse como dueños y señores de la tierra, tratada como reinados locales donde las mafias de las corporaciones pueden tener su territorio especial para disfrutar de la privacidad en vidas que se consumen en torno al exceso.

No es falsa la maldad creciente en el territorio estadounidense. Se deja traslucir en la misma industria cinematográfica, donde actores como Jim Carrey han encarnado ese modelo civilizatorio de sutiles mentiras con películas como The Truman Show (hay una necesidad imperiosa de que el público viva las falacias de los reality show’s) o por ejemplo, la preparación de presidente como William Cinto, que venía de una familia disfuncional y lo hacen casar con otra hija de matrimonio problemático, como la Hillary, siendo reflejadas, pero de forma contrarias en la película protagonizada por Matt Dammon, The Adjustment Bureau.

Todo está controlado. Los datos que se revelan a través de las películas realizadas en Hollywood y sus casas productoras dejan muchas ventanas abiertas para entrar a husmear a los hogares de la nación del norte, donde el promedio de los habitantes tienen un coeficiente intelectual por debajo del 70%. La serie de televisión, la telenovela, el mito y el héroe, fortalecen la idea del perfecto idiota americano, reflejado en otra película protagonizada por uno de los más serviles actores de la industria corporativista estadounidense, Tom Hanks en Forrest Gump.

 

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Carlos Matute

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camatute1984@gmail.com

 

Los articulos del diario La Humanidad son expresamente responsabilidad del o los periodistas que los escriben.

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